Pope Francis full transcript of his homily in Tacloban, City mass on January 17, 2015.
As delivered by the Pope's translator, Msgr Mark Gerard Miles.
We have a high priest who is capable of sympathizing with our weaknesses. Jesus is like us. Jesus lived like us and is the same us in every respect, except sin because he was not a sinner. But to be more like us he assumed our condition and our sin. He made himself into sin. This is what St Paul tells us. And Jesus always goes before us and when we pass an experience, a cross, he passed there before us. And if today we find ourselves here 14 months afterwards, 14 months precisely after the Typhoon Yolanda hit, it is because we have the security of knowing we will not weaken in our faith because Jesus has been here before us.
In his Passion he assumed all our pain. Therefore he is capable of understanding us, as we heard in the first reading.
I’d like to tell you something close to my heart. When I saw from Rome that catastrophe I had to be here. And on those very days I decided to come here. I am here to be with you – a little bit late, but I’m here.
I have come to tell you that Jesus is Lord. And he never lets us down. Father – you might say to me – I was let down because I have lost so many things, my house, my livelihood. It’s true if you say that and I respect those sentiments. But Jesus is there, nailed to the cross, and from there he does not let us down. He was consecrated as Lord on that throne and there he experienced all the calamities that we experience. Jesus is Lord. And the Lord from the cross is there for you. In everything the same as us. That is why we have a Lord who cries with us and walks with us in the most difficult moments of life.
So many of you have lost everything. I don’t know what to say to you. But the Lord does know what to say to you. Some of you have lost part of your families. All I can do is keep silence and walk with you all with my silent heart. Many of you have asked the Lord – why lord? And to each of you, to your heart, Christ responds with his heart from the cross. I have no more words for you. Let us look to Christ. He is the Lord. He understands us because he underwent all the trials that we, that you, have experienced.
And beside the cross was his Mother. We are like a little child in the moments when we have so much pain and no longer understand anything. All we can do is grab hold of her hand firmly and say “Mommy” – like a child does when it is afraid. It is perhaps the only words we can say in difficult times – “Mommy”.
Let us respect a moment of silence together and look to Christ on the cross. He understands us because he endured everything. Let us look to our Mother and, like a little child, let us hold onto her mantle and with a true heart say – “Mother”. In silence, tell your Mother what you feel in your heart. Let us know that we have a Mother, Mary, and a great Brother, Jesus. We are not alone. We also have many brothers who in this moment of catastrophe came to help. And we too, because of this, we feel more like brothers and sisters because we helped each other.
This is what comes from my heart. Forgive me if I have no other words to express myself. Please know that Jesus never lets you down. Know that the tenderness of Mary never lets you down. And holding onto her mantle and with the power that cones from Jesus’ love on the cross, let us move forward and walk together as brothers and sisters in the Lord.
Thank you very much.
En la primera lectura escuchamos que se dice que tenemos un gran sacerdote que es capaz. Jesús es como nosotros. Jesús vivió como nosotros. Es igual a nosotros en todo. En todo menos en el pecado, porque él no era pecador. Pero para ser más igual a nosotros se vistió, asumió nuestros pecados. ¡Se hizo pecado! Y eso lo dice Pablo que lo conocía muy bien. Y Jesús va delante nuestro siempre y cuando nosotros pasamos por alguna cruz, el ya pasó primero. Y si hoy todos nosotros nos reunimos aquí 14 meses después que paso el Tifón Yolanda, es porque tenemos la seguridad de que no nos vamos a frustrar en la fe, porque Jesús pasó primero. En su pasión él asumió todos nuestros dolores, y –permítanme esta confidencia- cuando yo vi desde Roma esta catástrofe, sentí que tenía que estar aquí. Esos días decidí hacer el viaje aquí. Quise venir para estar con ustedes, un poco tarde me dirán, es verdad, pero estoy (aplausos). Estoy para decirles que Jesús es el Señor; que Jesús no defrauda (aplausos). Padre, me puede decir uno de ustedes, a mi me dafraudó porque perdi mi casa, perdí lo que tenía, estoy enfermo. Es verdad eso que me decís y yo respeto tus sentimientos, pero lo veo ahí clavado y desde ahí no nos defrauda.
Él fue consagrado Señor en ese trono y ahí pasó por todas las calamidades que nosotros tenemos. ¡Jesús es el Señor! y es Señor desde la cruz, ahí reinó. Por eso él es capaz de entendernos, como escuchamos en la primera lectura: Se hizo en todo igual a nosotros. Por eso tenemos un Señor que es capaz de llorar con nosotros; que es capaz de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida. Tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles. ¡Él sí sabe qué decirles! Tantos de ustedes han perdido parte de la familia. Solamente guardo silencio, los acompaño con mi corazón en silencio…
Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo: ¿por qué Señor? Y el Señor responde al corazón de cada uno, desde su corazón. Yo no tengo otras palabras que decirles. Miremos a Cristo, él es el Señor y él nos comprende porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros.
Y junto a él en la cruz estaba la madre. Nosotros somos como ese chico que está ahí abajo, que en los momentos de dolor, de pena; en los momentos que no entendemos nada, en los momentos que queremos revelarnos, solamente nos viene estirar la mano y agarrarnos de su pollera y decirle: “¡Mamá!”. Como un chico que cuando tiene miedo dice: “¡Mamá!”. Es quizás la única palabra que puede expresar lo que sentimos en los momentos oscuros: ¡madre!, ¡mamá!.
Hagamos juntos un momento de silencio, miremos al Señor, él puede comprendernos porque pasó por todas estas cosas. Y miremos a nuestra Madre y como el chico que está abajo agarrémonos de la pollera y con el corazón digámosle “Madre”. En silencio hagamos esta oración, cada uno dígale lo que siente…
No estamos solos, tenemos una madre, tenemos a Jesús nuestro hermano mayor. No estamos solos. Y también tenemos muchos hermanos que, en el momento de catástrofe, vinieron a ayudarnos. Y también nosotros nos sentimos más hermanos ayudándonos, que nos hemos ayudado unos a otros.
Esto es lo único que me sale decirles. Perdónenme si no tengo otras palabras. Pero tengan la seguridad de que Jesús no defrauda; tengan la seguridad que el amor y la ternura de nuestra madre no defrauda. Y agarrados a ella como hijos y con la fuerza que nos da Jesús nuestro hermano sigamos adelante. Y como hermanos caminemos.
Después de la comunión, en la mañana del sábado 17 de enero, el Sucesor de Pedro rezó en voz alta:
Acabamos de celebrar la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. Jesús nos precedió en este camino y nos acompaña en cada momento que nos reunimos a orar y celebrar. Gracias Señor por estar hoy con nosotros. Gracias Señor por compartir nuestros dolores. Gracias Señor por darnos esperanza. Gracias Señor por tu gran misericordia. Gracias Señor porque quisiste ser como uno de nosotros. Gracias Señor porque siempre estas cercano a nosotros, aún en los momentos de cruz. Gracias Señor por darnos la esperanza. Señor ¡que no nos roben la esperanza! Gracias Señor porque en el momento más oscuro de tu vida, en la cruz, te acordaste de nosotros y nos dejaste una madre, tu madre.
Gracias Señor por no dejarnos huérfanos.
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